Terminada la guerra civil, algunos humanos tuvieron que dejar atrás sus pueblos, teñidos de odio, tristeza y color gris… Lo hicieron para alcanzar montañas, árboles y bosques que se transformaron en refugios.
Entre tanto otros humanos, aún enfurecidos, armados y al poder arrimados buscaban a los primeros en el abrigo de los bosques…
Los buscaban con firmeza y rencor, con un único objetivo, su muerte. Los buscaban siempre, y todo el mundo lo sabía. A ellos no les importaba si quien aparecía no tenía respuesta a sus preguntas. Insistentes, les hacían daño. Sufriendo, ellas, guardaban silencio.
No eran los árboles y los bosques su único aliado. Los hombres encontraron en una pequeña iglesia y en quien en ella ejerce su oficio protección y amparo. Seguros estaban humanos y cura de que España cerraba las puertas a la libertad de quien pensaba diferente. Francia sería entonces su destino.
El humano de los bosques preparó su partida.
Pero aquellos seres tintados del mismo color que viste la muerte llegaron primero. Apagaron su luz en aquel adiós definitivo. Como testigos, las montañas, árboles y bosques que habían sido su refugio. Y aquel pueblo teñido de odio, tristeza y color gris.